domingo, 26 de junio de 2011

El cisne negro

Nada que no se pueda esperar de la vida de una bailarina clásica… ¿O todo? Nina está a un paso de alcanzar la gloria. Se presenta como una bailarina modesta, con un dejo de inocencia infantil, débil como la bailarina de su cajita de música. Toda su vida está impregnada de baile, desde su madre hasta sus hábitos. ¿Por qué entonces habría de dudar de sus chances para convertirse en la Reina Cisne Odette?

Su mayor fortaleza es también su principal debilidad: es perfecta para representar al Cisne Blanco, tiene pureza, delicadeza, todo lo que se necesita. Sin embargo, carece de las aptitudes que necesita para encarnar el papel de Odile, la vil hermana que hurta su príncipe amado.

El sacrificio que Nina protagoniza es nada más y nada menos que una completa transformación: dejar que la oscuridad gane por sobre la claridad, que Odile se apodere de su cuerpo y su mente y se refleje en su actuación. Su mayor deseo, así como el de Natalie Portman al configurar al personaje de Nina, es encontrar la perfección, tal vez en su forma más inesperada, más cruenta, más destructiva; la forma que eligió Odette en el acto final del Lago de los Cisnes.